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¿Qué son las relaciones?
La definición de relación es: vínculo existente entre varios elementos, del tipo que sea. Etimológicamente (nos encanta ver de dónde vienen las palabras) relatio significa una conexión correspondida entre dos o más cosas, en la que se aportan algo el uno al otro y ahí se crea la conexión. Una relación, por tanto, podría ser lo que hay entre un pájaro encima de un rinoceronte (del cual se alimenta y lo desparasita a la vez), como lo que hay entre una madre con su bebé de 3 meses, o como un matrimonio de 40 años, o un acuerdo de negocios.
Las personas no estamos unidas sin más a través de una relación, como podrían estar dos cosas atadas a una misma cuerda, sino que esta unión en sí misma crea unas características propias y únicas en la forma de relacionarse, ya que surge de los mundos propios de los individuos que la configuran. En psicología se dice que 1+1=3, haciendo referencia a la relación como a una tercera parte, algo a explorar y trabajar, que tiene formas, características, creencias y valores propios. Va más allá de las personas que lo conforman, la relación es en sí misma un elemento propio. Es evidente que este “nosotras” está creado a partir de las personas que forman parte de ello y son sus características los que determinan qué ocurrirá en esa relación. En una relación, como mínimo, es cosa de dos.
Desde la sexología se define las relaciones entre las personas como una “diada” (del latín dyadis, que significa “unión de dos cosas, seres o ideas estrechamente vinculados entre sí”). A través de esta interacción de dos surgirá un mundo propio (ese nosotras del que hablamos) con sus peculiaridades, teniendo en cuenta el “para qué” de esta unión, las expectativas, las ideas, la emocionalidad, los acuerdos y los pactos establecidos (explícitos o implícitos). El resultado de todo esto consistirá en una “amatoria”, que es la forma en que nos amamos, el cómo lo hacemos, es la manera de entender y vivir esta unión, creando así un mundo propio y una puesta en práctica única.
Cada relación se crea con un objetivo, un “para qué” nos relacionamos, que puede ser consciente o no, y determina mucho cómo será esa relación. No es lo mismo una relación laboral que una personal, una de amistad, una familiar, etc.
Dependiendo de este objetivo se establecen unas características concretas y se llevarán a cabo unos roles determinados en la interacción. En las relaciones personales muchas veces los objetivos son tan automáticos que no es fácil darse cuenta de que están. Al principio esos objetivos son individuales y es a medida que interaccionamos con esas personas que se construye un objetivo en común (un para qué nos relacionamos), que depende de muchas cosas: expectativas, deseos propios, necesidades, oportunidades, etc.
Normalmente desde un inicio solemos actuar de forma automática (el famoso “dejar fluir”) sin pensar qué es lo que me mueve a ello. Incluso si lo pensara de forma consciente puede que ni encontrara esa respuesta, ¡no es tan fácil! Además, éste objetivo va cambiando con el tiempo: puede que al inicio solamente busque sexo, y con el tiempo voy teniendo otros deseos con esa persona, como por ejemplo, compartir intimidad y hacer otras actividades.
Todo lo que ocurra en estas relaciones suele tener repercusión en cada persona que forma parte, por lo que nuestro mundo interno cambiará dependiendo de lo que ocurra en ella: una discusión con mi madre/padre influye en cómo esté yo, por ejemplo. No somos inocuas a lo que ocurre en las relaciones que tenemos, ellas pueden ser espacios donde nos aporten a ser construidas o destruidas, dañadas o reparadas.
¿Te has preguntado alguna vez, por qué las relaciones son tan importantes?
1. Nos definen
Las relaciones influyen en quiénes somos ya que estamos constantemente rodeadas de otras personas, y lo que se aprende de la interacción de las unas con las otras se convierte en algo muy importante a la hora de construir nuestro propio mundo de significados y nuestra identidad. Es desde este propio mundo donde voy a entender la vida, lo que ocurre en ella y lo que me ocurre a mí.
Pensémoslo así: las personas somos espejos de otras personas. En la interacción con ellas les devolvemos una imagen de quiénes son, como si se vieran reflejadas en este espejo, en el cual puede que la otra persona se vea identificada o no. Por ejemplo, quizás una amiga me considera muy graciosa y así me lo refleja, aunque quizás yo no piense que lo soy tanto.
Nos construimos a través de esos reflejos que vamos recibiendo en nuestras interacciones. Ahí es donde empezaré a interpretarme, vivirme, entenderme, narrarme, ponerme etiquetas y desde donde actuaré mis relaciones. Por ejemplo, si relacionándome con otras personas me van devolviendo que soy muy tímida con diferentes comentarios y gestos (verbales o no verbales) empezaré a interiorizarlo y a integrarlo en mi autoconcepto como que “yo soy así”, (si tanta gente lo dice ¡es por algo!) así que empezaré a actuar desde esta identificación (ser tímida) en mis relaciones sociales. A su vez, esta actuación reforzará ese reflejo de ser tímida que los demás me devuelven (ahora me leerán y tratarán como tímida con más convicción).
Ahora bien, esto no nos determina de forma que ya no se pueda variar más, no es algo rígido y fijo, como si al tener una etiqueta ya nunca más podemos sacárnosla y estamos condenadas a ellas. La identidad es un proceso dinámico en constante revisión y evolución con las llamadas “identificaciones”. Nuestra propuesta va de darnos cuenta de las etiquetas que tengo interiorizadas, con las que yo me identifico, para entendernos y ver desde dónde parto y cómo me estoy relacionando.
2. Cubren necesidades
Las relaciones nos envuelven y configuran desde que empezamos a existir en el vientre materno, al estar vinculadas por el cordón umbilical a nuestra madre, por donde nos transmite todo aquello que necesitamos para desarrollarnos. Al nacer nos consolamos cuando nos devuelven a sus brazos, notamos su olor, su respiración, el latido de su corazón, el cual nos ha acompañado mientras nos desarrollábamos dentro de ella. Nuestro sistema nervioso envía señales de seguridad cuando eso ocurre o lloramos cuando no tenemos nuestras necesidades básicas (hambre, sueño,…) cubiertas, para así atraer la atención de las personas que nos cuidan. ¡Qué necesario es eso!
A medida que va creciendo, ese bebé aprenderá a gestionar él mismo la satisfacción de sus necesidades básicas y de supervivencia. Ahora bien, también saldrán otras muchas necesidades que abarcan otros ámbitos y que requieren de la interacción con nuestro mundo social para satisfacerlas, como por ejemplo:
Aceptación | Calma | Soporte | Aprendizaje | Celebración |
Pertenencia | Creatividad | Seguridad | Contacto emocional | Sentido |
Intimidad | Contacto | Confianza | Refugio | Atención |
Afecto | Juego | Realización | Expresión | Proximidad |
*Esta lista no es cerrada, hay muchísimas más
Por tanto somos seres inter-dependientes, dependemos las unas de las otras. Aunque nos quieran hacer creer hoy en día que ser independiente es lo mejor, es bastante irreal. Más adelante hablaremos sobre la dependencia en nuestras relaciones, ¡es un gran tema!
Imagínate que importante son que incluso el no tenerlas se puede considerar una dinámica relacional, que también nos define. La ausencia de relaciones está cargada de significados e interpretaciones: puede hacernos creer que estamos aisladas de la sociedad o que “no somos suficiente para nadie”. Y ello puede hacer que nos aferremos a relaciones que nos hacen mal por el simple hecho de estar en una relación, porque así somos “válidas” y “suficientes”.
*Artículo escrito por Beatriz Cerezo y Nuria Arrebola de Indagora.es, las psicólogas de RedLights 😀
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